Iraizoz y el Goalball

Iraizoz es un apellido vasco que significa helechal humedo o frío, según Nicanor Narbarte. El Goalball, a su vez, es un deporte desarrollado por el austríaco Hans Lorenzen y el alemán Sepp Reindle para rehabilitar a los soldados que perdieron la vista durante la segunda guerra mundial. Hasta aquí, la similitud es mínima.

Sin embargo, el apellido Iraizoz está actualmente ligado inseparablemente a los herri kirolak. Y es que dos de sus máximas exponentes son las hermanas María y Ainhoa, con un palmares impresionante en varias modalidades, principalmente en la especialidad de tronzas, con varios campeonatos de Navarra y Euskadi en su palmarés.

Según las investigaciones realizadas por la investigadora mexicana Astrid Villanueva, aunque las competiciones que denominamos “Herri kirolak” tienen muchos años a sus espaldas, ya que hay registro de apuestas durante la edad media, la incorporación de la mujer a estas competiciones deportivas coincide en el tiempo con la puesta en marcha de las competiciones de alto rendimiento de Goalball, ya que el primer mundial data del año 1978 en Austria , y su primera aparición en los Juegos Paralímpicos fue en 1972 en Munich, como deporte de exhibición (en Montreal 1976 ya fue establecido como un deporte paralímpico más, aunque según Díaz Aguado, es muy posible que se diera práctica de algo parecido al Goalball de ámbito lúdico y escolar desde los años 30). Ambas hechos comparten que se desarrollaron en contra de la lógica de la época. Ni en los años 70 era normal ver a mujeres cortando troncos en campeonatos de estas modalidades (ni en general en otras disciplinas deportivas), ni tampoco en aquellos tiempos era habitual pensar en una persona ciega o con discapacidad visual como un deportista, ya que la actividad física para personas con discapacidad tiene su origen, en la mayoría de casos, en la rehabilitación de este colectivo. De la misma forma, los deportes rurales nacen del esfuerzo del trabajo de campo, no como disciplinas deportivas para competir. En palabras de Martos Urbano, López Castillo y Jiménez Abia, los orígenes “se encuentran en el ejercicio físico terapéutico y rehabilitación física, para atender a grupos de ciegos y de amputados”.

Recordemos que hasta los años 80 el uso de términos como “subnormal” o “subdotado” estaba extendido y aceptado por una población española que celebraba el “Día del Subnormal” desde 1965. Incluso observamos como actualmente el Artículo 49 de la Constitución Española emplea los términos “minusválido” y “disminuido” en vez del internacionalmente aceptado “persona con discapacidad” (definido por la OMS como “término general que abarca las deficiencias, las limitaciones de la actividad y las restricciones de la participación”). Hablamos de la misma sociedad que no ha profesionalizado el fútbol femenino hasta el año 2021 o que cuenta en todos los deportes (tanto masculinos como femeninos) con únicamente un 13 por ciento de mujeres técnicas (como es el caso de nuestras entrenadoras Martina Goñi y Edurne Ansoain).

Aunque el transfondo que venimos explicando pueda resultar casual, estás similitudes que estamos desarrollando tal vez sean lo que atraviesa la relación surgida entre María y Ainhoa y el equipo de Goalball Navarra. Ambos, de alguna forma, venimos de proyectos deportivos que pusieron en cuestión las normas sociales de su época, a pesar de lo cual han sabido buscar su propio lugar y emplear el deporte como medio o instrumento para cambios más profundos en la sociedad, sin olvidar todo lo que supone el deporte. Y es que Garbiñe Lopez de Uralde (campeona de sokatira en multitud de campeonatos, y voz autorizada a la hora de de señalar que “aún somos pocas mujeres en el Herri kirolak”) marcó un predecente al igual que lo hizo María Begoña Redal Giraldos (jugadora de Goalball nacida en Navarra que disputó los Juegos Paralímpicos de 1992, 1996 y 2000). Todas estas deportistas representan como nadie, tal y como señala la periodista Mariló García Martín, que “la actividad deportiva es hoy una palanca de cambio contra la exclusión social y una fuente de empoderamiento para que millones de personas enderecen su rumbo social. El deporte como ejemplo de superación es un aliado para mejorar nuestra calidad de vida”.

Sin embargo, tal vez todo sea mucho más simple de lo que venimos explicando, ya que “todo debe hacerse tan simple como sea posible, pero no más simple”, (frase atribuida a Albert Einstein), y en ese sentido haya sido solo el deporte, y nada más que el deporte lo que nos ha unido, a través de ese hilo conductor del fortalecimiento del deporte navarro en el que se ha convertido la Fundación Miguel Indurain durante los últimos 25 años, permitiendo, entre otras cosas, que estemos en el camino correcto a la hora de conseguir el objetivo de poner a todas las disciplinas deportivas al mismo nivel, ya sean femeninas o masculinas, paralímpicas u olímpicas, etc.. meta que persigue el evento “Rendimiento y discapacidad” organizado por la Fundación en el que participamos el día 21 de noviembre en el Pabellón de la Universidad Pública de Navarra con María y Ainhoa por segundo año consecutivo (el pasado curso junto a Amaia Espinal y Ainhoa Zubiri y este año con Ibai y Gorka Gracia y Maider Ardanaz).

Para finalizar con una pequeña anécdota, en una conversación entre Ernesto Modrego, gerente de la Fundación, y Javier Saralegui, periodista deportivo de Onda Cero, durante un evento en el que estábamos presentes, este último le comento, con buena intención, que las competiciones deportivas de personas con discapacidad debían tener mayor espacio en los medios de comunicación ya que eran “algo más que deporte”. La respuesta de Ernesto fue tajante y le señalo que estaba equivocado ya que, citando literalmente sus palabras, “son deporte con mayúsculas”. Así que la explicación más simple posible y más apegada a la realidad posiblemente sea esa. Que nos ha unido el deporte. Punto.